A MÍ ME LO CONTARON
Escena I
La escena representa el interior de una modesta farmacia de pueblo chico. Puerta a un costado, que da a la calle. Otra puerta a la izquierda, que conduce a la trastienda e interior de la casa.
Al levantarse el telón está en escena don Benigno, el boticario, quien muele una mezcla en el mortero, mientras refunfuña...
BENIGNO: ( Consultando una receta.) ¿Qué diablos dice aquí? Esto lo mismo puede ser cocodilato de sodio, como cloruro de calcio o clorhidrato de manganeso... Yo le pongo un poco de cada cosa; allá el médico con su paciente.
RAMIRO: (barriendo la botica) No sea tan al lote don Benigno, después no meten pleito por negligencia!
BENIGNO: Es que este mediquillo nuevo tiene una letra que no la entiende ni él. Ya que no sabe escribir, podría hacer las recetas a máquina. ¿Y qué dice aquí? ¿H? ¿Y? ¿ H? ¡Al diablo! Yo le pongo un poco de bicarbonato, que eso no le hace daño a nadie. Yo soy boticario, no grafólogo.
RAMIRO: SHUUU viene piti y poti!! Afírmese patrón que vienen las serpientes de oro…este par no deja títere con cabeza…
AMBAS MUJERES: (Entra muy sofocada.) Buenos días, don Benigno. Ramiro…(saludan con la cabeza)
BENIGNO: ¿Tan temprano por aquí, doña Barbarita? ¿Señorita María Antonieta?
BÁRBARA: Es que mi pobre Dalmiro sigue muy mal. ¡Despácheme esta recetita al tiro! Son unas inyecciones.
BENIGNO: ¿De manera que Dalmiro sigue mal?
MARIA: Muy grave, don Benigno, muy grave... Yo creo que papito se va... (Ramiro se persigna) Ayyyyy... ¿Cuánto costará la receta?
BENIGNO: Esperen, que no se entiende... ¿Qué dice aquí? ¿Insulina?¿Sacarina? ¿Serpentina? Véala usted , a ver si la descifra.
RAMIRO: Hay que mandar a los doctorcitos a hacer caligrafía oiga… son todos iguales!
MARIA: A ver, (lee) no entiendo nada ... mamá tú entiendes algo? (Bárbara lee y hace un gesto negando)
BENIGNO: ¿Cómo la va a entender, si la está mirando al revés?
BÁRBARA: ¡Ah, de veras! Por el derecho tampoco entiendo nada...
BENIGNO: Este doctorcito nuevo es una calamidad. ¡Qué diferencia con don Matías (que en paz descanse). ¡Con ése daba gusto! Se le entendía todo!
MARIA: Si solo curaba con aspirina y ácido bórico! Así fácil pue.
BENIGNO: Así y todo, se le morían menos enfermos que a éste, porque con este doctor de ahora es
un verdadero escándalo. Se está muriendo gente que no se había muerto nunca antes.
BÁRBARA: Usted le tiene pica al doctor Raúl Rodríguez, don Benigno.
BENIGNO: Pica no, pero me revienta por cargante, vanidoso y petulante. Pero le queda poco…
RAMIRO: dicen que se irá del pueblo antes de terminar el año.
BÁRBARA: No lo creo, don Benigno. ¡Cómo se va a ir el doctorcito Rodríguez, cuando ha caído tan bien entre las chiquillas del pueblo.
MARIA: Todas le tenemos simpatía.
BENIGNO: Todas no. Las únicas que le ven con buenos ojos son esas siúticas de las
Galleguillos ... Y ésas, ¿a quién no ven con buenos ojos?
RAMIRO: Bueno, eso de los «buenos ojos» es un decir, una es tuerta y la otra tiene una catarata. '
BÁRBARA: ¡No sea exagerado, don Benigno, si no son tan feas!
MARIA: En lo que toca al físico, no hay nada que decir!!
BARBARA: La parte moral es la que deja bastante que desear... ¿Usted supo lo de la mayor con el agente viajero?
BENIGNO: Claro que lo supe. Pero eso no fue con la chica mayor, fue con la madre.
BÁRBARA: Eso fue antes. Claro que no lo creí nunca; pero la mujer del notario me contó que lo había visto
con sus propios ojos... Naturalmente, que yo no quise creerlo, como esa vieja es tan re peladora.
BENIGNO: ¡Yo no sé cómo la mujer del notario se atreve a tirar piedras, teniendo el tejado de vidrio!
Porque ella antes de casarse dio mucho que hablar con el español Santolaya.
RAMIRO: ¿ El dueño de la tienda? (Benigno asienta)
MARIA: ¡Si hubiera sido sólo con ese! Pero dicen que hasta con el contorsionista de un circo que estuvo aquí...
BENIGNO: ¡No! ¡Fue con el tony!
BARBARA: Yo ya ni me acuerdo ¡Era tan chica yo entonces, pues! ¡Si de eso hace como veinte
años!
BENIGNO: No, pues, Barbarita, no se me venga a hacer la pollita; en ese tiempo usted ya había enviudado de su segundo marido. ¿No se acuerda que por esa época estuvo aquí ese teniente de carabineros que se hizo tan amigo de usted?
BÁRBARA: Está equivocado, don Benigno; lo del teniente fue el mismo año que usted estuvo preso
por el incendio de su botica ,¿ no se acuerda? (Ramiro y María se hacen a un lado riendo)
BENIGNO: ¡Bah, de veras! ¿Le apuran mucho las inyecciones?
BÁRBARA: Sí, don Benigno, mi pobre Dalmiro está tan grave. Ha pasado una noche espantosa.
BENIGNO: No crea que con esto se va a mejorar, porque el tal doctor Rodríguez es un ignorante, incapaz de curar un resfriado . .Pero ya le digo: ese futre no termina el año en el pueblo.
BÁRBARA: Ay, don Benigno, si usted me prometiera no repetirlo, yo le contaría una del doctor Rodríguez que no la sabe nadie, y que cuando se sepa se va a producir un verdadero escándalo. (María y Ramiro acercan la oreja para escuchar)
BENIGNO: ¿Qué cosa, doña Barbarita?
BÁRBARA: ¿Me promete guardar el secreto?
BENIGNO: Haga cuenta que soy su confesor. ¡Soy una verdadera tumba! (Ramiro hace gesto con la boca de no creer)
BÁRBARA: Pues fíjese.que... ¡Pero no le vaya a contar a nadie!
BENIGNO: ¡Cómo se le ocurre! ¿Cuándo me ha visto metido en chismes?
BÁRBARA: ¡Muchas veces, por eso se lo digo!
TRES: ¡Déjese de bromas y cuente, cuente!
BÁRBARA : Allá va. Fíjese que ayer, como a las ocho de la noche, fui a la casa de la Juanita Contreras a pedirle
unas hojitas de paico para hacerle una agüita a mi pobre Dalmiro, cuando en esto llegó de la calle el chico de
la Juanita y nos contó que había visto salir al doctor de su casa, del brazo con una mujer, a la que no pudo
verle la cara por estar anocheciendo.
BENIGNO: ¡Qué inmoralidad , Barbarita!
BÁRBARA: Espérese, que todavía falta lo mejor.
RAMIRO: ¡Cuéntelo mejor, pues!
MARIA: Dice el chico de la Juanita que Rodríguez acompañó a la mujer hasta la esquina...
BENIGNO: ¿Hasta la esquina? ¡Qué sinvergüenza!
BÁRBARA : ...Y que al despedirse, le dio un beso en la mano.
BENIGNO: ¡Qué escándalo !
RAMIRO: ¿Qué más? ¿Qué más?
MARIA: …que ella se fue corriendo y que el doctor se metió de nuevo en su casa.
BENIGNO: Ese tipo inmoral e inescrupuloso. Está pervirtiendo a las honradas gentes de este pueblo.
BÁRBARA: ¡Pero, por Dios, no le vayan a contar a nadie, porque no quiero verme metida en enredos!
BENIGNO- RAMIRO: ¿Nosotros? ¡Cómo se le ocurre!
BENIGNO: (Le pasa un paquete de entre varios que tiene en el mesón.) Tome, éstas creo que son las
inyecciones. Si la primera le hace mal, quiere decir que me equivoqué; entonces me las trae para cambiarlas.
BÁRBARA: Yo creo que serán éstas. Apúntemelas en la cuenta.
ESCENA II
SANTOLAYA: (Entrando.) Buenos días, Benigno ¿Qué tal doña María, doña Bárbara,? ¿Cómo sigue su esposo?
BÁRBARA: Muy mal, Santolaya, muy mal. Precisamente vine de un vuelo a buscar unas inyecciones que hay que colocarle.
SANTOLAYA: ¿Pero todavía pinchan a ese hombre?
BÁRBARA: ¡Todavía! Ya está como colador.
ANTOLAYA: Vaya, lo siento. Oye, Benigno, ¿me puedes cambiar un billete de cinco mil pesos?
BENIGNO: Sí, trae. (Le pasa unos billetes) .
BÁRBAR A: Bueno, yo me voy. Hasta luego, don Benigno. Adiosito, Santolaya. Después de almuerzo voy a pasar a su tienda a comprar raso negro y unos cuantos metros de crespón negro.
MARIA: Mamaaaaa!!!
BARBARA: ¡Hay que estar prevenida para estos golpes que manda Dios! Hasta luego. (Salen).
SANTOLAYA: Yo creo que la que manda golpes es ella. Este es el cuarto marido que manda al cementerio.
BENIGNO: Y pensar que cuando yo enviudé estuve tentado en casarme con ella. No lo hice por no darle una madrastra a mi hija Lula...¡Porque a mí me tenía bien entusiasmado la gorda!
SANTOLAYA: ¡Pero te libraste de una buena! Hasta más rato. (Comienza a salir).
BENIGNO: Espera, Santolaya. Tengo algo que contarte,
RAMIRO: (al público) El que era como una tumba…
BENIGNO: Ramiro, tomo anda a hacer este depósito al banco! (Ramiro sale, Benigno se dirige a Santolaya) Pero... ¡júrame que no se lo contarás a nadie!
SANTOLAYA: ¡Jurado! ¿Qué pasa? ¡Cuenta! ¡Cuenta!
BENIGNO: ¿No te había dicho mil veces que el doctorcito nuevo me daba mala espina?
SANTOLAYA: Sí, ¿y qué?
BENIGNO: Que se han confirmado mis sospechas. Es un tipo vicioso y degenerado que está pervirtiendo a todas las mujeres de este pueblo.
SANTOLAYA: ¿Qué dices?
BENIGNO : Anoche lo vieron cuando sacaba de su casa a una mujer, la que no pudo ser identificada
porque cubría su rostro con un espeso velo.
SANTOLAYA: ¡No me digas!
BENIGNO: ¡Espera, que ahora viene lo gordo! Él la acompañó hasta la esquina. La llevaba tomada de la cintura y en la esquina estuvieron como dos horas comiéndose a besos, ante el espanto de los
transeúntes que pasaban por la calle.
SANTOLAYA: ¡Qué horror! ¿Y no se sospecha quién puede ser ella?
BENIGNO: Hay dos versiones. Unos dicen que la dama era gruesa y chica; en cambio, otros afirman que era alta y espigada. En este último caso no puede ser otra que la mujer de Espinoza, el agente del
banco. Y si tuvieran razón los que afirman que era gorda y chica, entonces yo creo que... ¿Y cómo está
tu señora?
SANTOLAYA: Mi señora está bien y está en Temuco desde hace una semana.
BENIGNO: Ah... me alegro por ti. Pues, como te digo, yo me inclino a creer que la del besuqueo en la vía
pública a altas horas de la noche era Emestina, la mujer de Espinoza.
SANTOLAYA: ¡Qué barbaridad! ¡Pobre Espinoza! Entonces, el tal doctor Rodríguez ha resultado ser un fresco!
BENIGNO: Así es.
SANTOLAYA: Algo me parecía raro , porque un agente viajero que estuvo en mi tienda hace algunos días, me contó que conocía al doctor desde Santiago, y que siempre lo veía acompañado de una mujer
muy buenamoza .
BENIGNO: ¡Seguro que este tipo es casado!
SANTOLAYA: ¡Y aquí se viene a hacer pasar por soltero!
BENIGNO: ¡Qué hombre tan cínico! Dejar a su pobre esposa abandonada en Santiago y venir destrozar los honrados hogares de provincia. Te juro que si yo supiera la dirección que tiene la pobre señora en Santiago, le escribiría un anónimo contándole las inmoralidades de su marido.
SANTOLAYA: Verdad!! Bueno, me voy, que en la tienda me están esperando para el vuelto.
BENIGNO: Espera, salgo contigo. Voy a ir a la casa de la Juanita Contreras a conversar con el chico, que fue uno de los muchos testigos del escándalo de anoche. ( Llamando .) ¡Lula!... ¡Hijita!
LULA: (Dentro.) ¡Papá!
BENIGNO: Cuida la botica mientras voy a una diligencia. Ramiro está en el banco (Aparece Lula ).
ESCENA III
SANTOLAYA: ¡Buenos días, Lulita!
BENIGNO: Le voy a llevar unas pastillas al chico de Juanita, para que esté más comunicativo. ¡Hasta luego, hijita!
LULA: Hasta luego, papá!
SANTOLAYA: Adiós, niña!
LULA: Adiós, señor Santolaya.
BENIGNO: En cuanto logre completar mis datos, yo se lo cuento todo al pobre Espinoza, para que
solucione esto. ¿Qué te parece este medicucho infame, con tres niños? (Van saliendo mientras
conversan).
LULA: ¡Ay, Dios mío! ¿A qué hora irá a venir? ¡Ojalá que llegue antes que regrese papá!
RODRÍGUEZ: (Entrando.) ¡Buenos días, Lulita!
LULA: ¡Raúl! ¿Por qué te demoraste tanto?
RODRÍGUEZ: Perdóname, Lulita; pero tuve tantos enfermos en la consulta que no pude venir antes. ¿Y
tu papá?
LULA: Acaba de salir.
RODRÍGUEZ: Porque hoy quiero hablarle de lo nuestro. Me parece tonto seguir escondidos por más
tiempo. ¿Tú no le has dicho nada?
LULA: ¡Ay, no me atrevo! Como mi papá habla tan mal de ti...
RODRÍGUEZ: ¿De mí? Tu padre habla mal de todo el mundo?
LULA: ¡Raúl'!
RODRÍGUEZ: No te enojes ...que es la verdad.
LULA: ( Coqueta.) Tonto...
RODRÍGUEZ: Deseo hablar hoy con tu padre, porque como en el tren de la tarde llega de Santiago mi hermana Carmen Rosa, quiero presentarte a ella oficialmente como mi novia.
LULA: ¡Si supieras las ganas que tengo de conocer a tu hermana!
RODRÍGUEZ: Vas a congeniar con ella. Carmen Rosa es una viudita joven y alegre y en todo encuentra motivo de diversión.
LULA: ¡Qué simpatía!
RODRÍGUEZ: Ahora, lo principal es que tu padre no se ponga tonto y podamos casarnos lo antes posible.
LULA: Yo espero que así sea, porque a mí tampoco me gusta eso de tener que ocultamos de todo el mundo. Ya ves,
anoche cuando nos encontramos en la esquina de tu casa y estuvimos un momento conversando, nos vio el chico de
la Juanita Contreras, y si se lo ha contado a su madre, Dios sabe las cosas que inventará ella, con la lengüita que tiene.
RODRÍGUEZ: ¡Pues eso va a terminar hoy día!
LULA: (Tierna.) Raúl...
RODRÍGUEZ: ¡Amorcito! (Se besan).
LULA: ¡Cuidado que alguien viene!
ESPINOZA: ( Entrando.) Buenos días, señorita ... ¿Cómo está, doctor?
RODRÍGUEZ: Bien , muchas gracias, señor Espinoza.
ESPINOZA: ¿No esta, su papa, Lula?.
LULA: No, salió. ¿Lo necesitaba?
ESPINOZA: Sí, por un asunto del banco. Tenía interés en verlo porque tiene una letra vencida de su préstamo.
LULA: En cuanto llegue le diré que vaya al banco, para que converse con usted.
ESPINOZA: Muy agradecido y gusto de verla. Hasta luego, doctor.
RODRÍGUEZ: Lo acompaño, señor Espinoza. Hasta más rato, Lulita. Voy a la casa por si tengo alguna noticia de mi hermana.
LULA: Hasta luego doctor. ( Salen Rodríguez y Espinoza, entran dos niños ).
PEPITO y JUANITO: Buenos días señorita Lula…
LULA: Hola niños, ¿Cómo están? ¿Qué necesitan?
JUANITO: Yo necesito un remedio Lula….
LULA: Pero dónde está la receta? ¿Quién te mando el Dr Rodríguez? (Suspirando)
JUANITO: Nooo, Me mandó la profesora Rosario, porque me dijo que yo me portaba tan mal, pero tan mal, pero tan mal… que no tenía remedio…
LULA: Pepito…
PEPITO: y yo quiero un pote de más frecuencia…
LULA: ¿Qué es eso? Por qué?
JUANITO: Es que la profesora me olió y me mandó a bañarme “con más frecuencia…”
LULA: Ya, ya niñitos, vayan a molestar a la farmacia de turno… yo tengo muchas cosas que hacer. Va a llegar Ramiro y si los pilla acá les va dar escobazos. (Salen corriendo se cruzan con don Benigno)
BENIGNO: (A Lula. ) ¿Nadie ha venido a buscarme, hijita?
LULA: Sí, papá. El agente del banco que acaba de estar por aquí y dijo que pasara por su oficina para arreglar no
sé qué asunto.
BENIGNO: (Para sí) Ah sí, eh... Eso es que sospecha algo y quiere consultarme.
LULA: ¿De qué papá?
BENIGNO: Nada, cándida paloma. Tú debes permanecer ignorante de estas bajezas. Lejos de la putrefacta hediondez humana. Ándate para adentro.
LULA: Pero, papacito ...
BENIGNO: ¡Ándate para dentro he dicho! Yo atenderé la farmacia. (Sale Lula ).
ESCENA IV
PEDRO: ( en evidente estado de ebriedad) Dichosos son los ojos que te miran!
ALFREDO: (tambaleándose) Qué tal Don Benito!
BENIGNO: Benigno señores, en qué los puedo servir?
ALFREDO: Eso dije! Qué tiene para el dolor de la caeza...??
PEDRO: o pa’ los vómitos! (hace que vomita)
BENIGNO: A ver señores ustedes están en un estado que no se puede razonar!
ALFREDO: Es que venimos de un bautizo… y no sabe a na’ a quien vimos…
BENINGO: Seguro que al sátrapa ese…
PEDRO: Andaba con una cabra muy re bonita…
BENIGNO: Una morena delgada?
ALFREDO: Nooo era gordita, si tenía los cachetitos rosaditos…
BENIGNO: Esa seguro que es la mujer de Espinoza… sinvergüenza, se exhibirse en público! No tiene moral…
PEDRO: Se veía tan linda en su cochecito y chupando un chupete !
BENIGNO: No me diga… (para sí) Seguro que andaba paseando a una de las hijas que debe tener repartidas por ahí….Ya ustedes andan tan borrachos que apestan. Tomen un par de mejorales y un yastá… y váyanse a pasar la caña a otro lado mejor!
ALFREDO: Chuuu andamos con la terrible caña!!!
PEDRO: Vamos a pescar mejor… (Entra el seremi de salud y dos asistentes)
FUNERARIO: (vestido de negro entero y la cara muy blanca) Buenos días Don Benigno! Venía a dejarle su cheque, Doña Pepa murió dos días después de su dato. La muerte era inevitable…
BENIGNO: Ve yo le dije… si tenía hasta cara de cadáver cuando pasó por unos remedios por aquí…
FUNERARIO: Pero bueno, ya está en el reino de los muertos descansando en paz.
PEDRO: Afírmate Alfredo, la pela anda suelta…
ALFREDO: (persignándose) Mamacita… y en qué andará con este viejo copuchento??
FUNERARIO: No sabe si esta semana tenemos otro prospecto de occiso?
BENIGNO: Ahora que me lo dice, estaba por llamarlo… Don Dalmiro, el esposo de Doña Barbarita está listo para la foto. Ella pasó por aquí temprano con la María, y dijeron que no pasaba de esta noche…
FUNERARIO: ( sobándose las manos) Estaré atento entonces, iré preparando el cortejo y una vez que me lo hayan pagado, le traeré su comisión….
ALFREDO: Este viejo estirao parece buitre…
PEDRO: Vamos mejor, no vaya a ser que nos pase algo aquí…
SEREMI: Buenos días ( lee en una libreta) Sr Benigno, locatario de la “Botica ……………………….” Es lo correcto?
ALFREDO: Parece que llegó la cana hermano… vamos mejor (salen los dos, Pedro Mortis el Funerario sale también)
BENIGNO: Hasta luego don Pedro Mortis, estamos en contacto entonces. ( Al Seremi y su asistente) Ese mismo que ustedes buscan soy yo!!
SEREMI: Buenos días señor, estamos con mi asistente aquí para hacer una inspección de rutina. Hemos detectado algunas irregularidades en la venta de medicamentos vencidos en algunas boticas de la capital y eso no quita que estas irregularidades se den también en provincia.
BENIGNO: Bonita la cosa, los grandes empresarios cometen fechorías inmorales en la Capital y ustedes creen que nosotros hacemos lo mismo?? Seguro que alguien preso de la envidia por el éxito de mi negocio me ha difamado.
ASISTENTE: De ninguna manera señor, es una inspección de rutina. El que nada malo hace, nada malo teme…
BENIGNO: Yo decía no más, pero antes de hacerlos pasar a este lado de mi negocio yo me pregunto si ustedes tendrán alguna orden?
SEREMI: Claro que sí, aquí está el documento que acredita que podemos ingresar. (Le entrega el documento, Asistente pasa al sector de la botica y comienza la inspección, saca del mesón una taza con un platillo) Por qué acá hay una taza y un plato?
BENIGNO: Es que Ramiro mi ayudante tomó desayuno aquí no lo llevó a la cocina…
ASISTENTE: (chupándose el dedo) Parece que comió pan con palta! Anote que el local no presenta la higiene requerida.
BENIGNO: Pero no es necesario que lo escriba… si yo limpio.
ASISTENTE: Esto es grave, muy grave… este remedio para la memoria venció hace 6 meses.
BENIGNO: Imposible!! Ramiro revisó la semana pasada no más las fechas de los remedios.
ASISTENTE: Esta leche está vencida desde el mes pasado!!
SEREMI: Si encontramos una irregularidad más, clausuramos el negocio…
ASISTENTE: Este jarabe para la tos, tiene hongos!!
BENIGNO: Pero si es jarabe para los hongos…
SEREMI: Lo sentimos mucho don Benigno, pero desde ahora este sucucho queda clausurado…
BENIGNO: Señor inspector, no podemos llegar a un acuerdo, mire tengo chequecito por acá… que no es menor, que le parece si usted regresa a hacer la inspección en una semana más… Así yo estoy más preparado cuando usted llegue.
SEREMI: Ni hablar… cuente usted con eso, anótelo en ese calendario. Llegaremos la próxima semana a medio día.
BENIGNO: Todo estará en orden. ¡Qué tengan buen día señores!! (Seremi y Asistente salen)
ESCENA V
CARMEN ROSA: (En la puerta, consultando. ) Aquí pueden decirme la dirección de mi hermano. (Entrando. ) ¡Buenos días!
BENIGNO: Muy buenos, señora. ¿En qué puedo servirla? Estoy a su disposición. Tengo un gran surtido en productos de belleza, rouge, rímel, máscaras embellecedoras, cepillos de dientes ...
CARMEN ROSA: (interrumpiendo) No, gracias. No vengo a comprar nada. Acabo de llegar al pueblo y quisiera que me indicara dónde queda la casa del médico.
BENIGNO: ¡Ah! ¿Usted viene en busca del doctor Rodríguez?
CARMEN ROSA: Sí, señor.
BENIGNO: ¿Y usted viene de Santiago?
CARMEN ROSA: Sí.
BENIGNO: ¿Es muy cercana del doctor?
CARMEN ROSA: En efecto, muy cercana...
BENIGNO: (Aparte ) ¡Ya está! ¡Esta es la esposa! (A ella.) Pues ha llegado muy a tiempo, señora.
CARMEN ROSA: ¿Ah, sí?
BENIGNO: Sí, usted debe llevarse al doctor Rodríguez de aquí lo antes posible.
CARMEN ROSA: ¿Llevármelo? ¿Por qué?
BENIGNO: Porque tiene revuelto al elemento femenino de la localidad. Es el azote de los hogares.
CARMEN ROSA: (Riendo. ) Ya me lo figuraba yo. ¡Este Raúl es tremendo!
BENIGNO: ¿Y se ríe?
CARMEN ROSA: En todas partes le pasa igual. Allá en Santiago tenía locas a todas mis amigas.
BENIGNO: ¿Ah, sí? ¿Y usted, qué?
CARMEN ROSA: ¿Yo? ¿Qué le voy a hace? ¡Por mí que se divierta todo lo que quiera!
BENIGNO: (Aparte. ) ¡Esta señora es otra sinvergüenza como su marido! (A ella.) ¿Y usted, tiene familia?
CARMEN ROSA: ¿Yo? Sí, señor. Tengo tres niños.
BENIGNO: Pues, por la moralidad de esos niños inocentes debería poner atajo a la conducta desenfrenada del doctor.
CARMEN ROSA: ¿Y qué tiene que ver Raúl con mis hijos?
BENIGNO: ¡Ah! ¿No tiene nada que ver?
CARMEN ROSA: No, señor, nada.
BENIGNO: (Aparte. ) ¡Ya decía yo que ésta era otra fresca! (A ella .) Así que a usted no le importan nada las
aventuras de Raúl.
CARMEN ROSA: Me gustaría que sentara cabeza, que madurara, pero por otro lado me encanta que tenga éxito con las mujeres.
BENIGNO: ¡Qué degeneración! Sepa usted que las inmoralidades del doctor Rodríguez han colmado los límites. Anoche mismo estuvo dos horas sentado en la vereda de la esquina de su casa, con la mujer de Espinoza, el agente del banco, sentada en sus rodillas, besuqueándose de la manera más escandalosa, ante los ojos espantados de las personas que pasaban por ahí. ¿Qué me dice de esto? (Carmen Rosa ríe) Usted, por lo visto, lo echa todo a la risa.
CARMEN ROSA: Cómo quiere que no me ría, cuando cree que yo ... Ja, ja, ja ... Hasta luego, hombre ... hasta luego... Ja, ja, ja. ( Sale ).
ESCENA VI
BENIGNO: ¡Ah, qué tranquilo se queda uno cuando hace algo en pro de la depuración moral! Voy a contárselo a Santolaya. (Llama por teléfono.) ¿Cómo le va, señorita? ¿Cómo está su mamá? ..............(Escucha lo que le contestan) Ella tiene la culpa, pues. Si es tan buena para el vino tinto .... ¿Y su hermanito? ¿Siempre preso? Qué injusticia, ¿no? páseme con Santolaya. Gracias. Hasta luego. ¿Santolaya? Sí, con Benigno. Tengo muy buenas noticias: llegó la mujer de Rodríguez .... ¡Lo que oyes! Es otra fresca igual que él. Tiene cuatro hijos, todos de distinto padre ... Fíjate que aquí se encontró con la mujer de Espinoza, que resultó ser la del lío de anoche... Por supuesto. ¡Confirmado! Todo el pueblo lo sabe. ¡Salieron agarrándose del moño! Pero tremendo... La de Espinoza salió con un ojo en tinta y la del doctor con el corpiño debajo del brazo ... ¿Yo? No, a mí no me gusta meterme en enredos. ¡Allá ellas que se las arreglen como puedan! ¿Ah?... Sí, es mejor que vengas: aquí te daré más detalles. Hasta luego. ( Cuelga).
BÁRBARA: ( Entrando. ) Don Benigno, cámbieme las inyecciones; parece que no eran éstas, porque le pusimos la primera y mi pobre Dalmiro se puso morado y empezó a hincharse.
BENIGNO: Entonces, llévele éstas, que son muy buenas para adelgazar. (Le pasa un paquete ).
BÁRBARA: Bueno, gracias. Hasta lueguito, que ando muy apurada.
BENIGNO: Venga, no se arranque, que le tengo noticias gordas y sabrosas.
BÁRBARA: ¡A ver, a ver! Cuénteme, pero ligerito, que mi pobre Dalmiro está en las últimas.
BENIGNO: Fíjese que Santolaya acaba de contarme por teléfono que acaba de llegar la mujer de Rodríguez.
BÁRBARA: ¿Que es casado?
BENIGNO: Pero... ¿usted no lo sabía? ¡Casado y tiene diez chiquillos!
BÁRBARA: ¡Virgen Santísima!
BENIGNO: Pues está aquí. Y dice Santolaya que apenas llegó y se enteró de los escándalos de su marido con la mujer de Espinoza, se largó a buscarlo y le pegó tal paliza que lo dejó medio muerto.
BÁRBARA: Pero....quién iba a imaginarse que la mujer de Espinoza ...
BENIGNO: ¿Usted no me lo contó?
BÁRBARA: ¿Yo? ¡Dios me libre!
BENIGNO: ¿No fue usted ...? Entonces ... fue Santolaya
BÁRBARA: ¡Seguro! Yo no he dicho nada ... ¡Me voy corriendo, porque mi pobre Dalmiro parece que se me va! Pero antes, voy a pasar un ratito a casa de las Carrión, que son tan amigas de la mujer de Espinoza, para refregárselas ...
BENIGNO: ¡Refriéguelas no más!. (Sale Bárbara. Benigno mira el paquete sobre el mesón.) Ah, ésta, por llevar el cuento calentito, dejó olvidadas las inyecciones. ¡Ya volverá a buscarlas! (En el banco fuera de la botica se encuentra a Las Carrión conversando y abanicándose)
ESCENA VII
BARBARA: Mish!! Ni que las hubiera traído con el pensamiento? Cómo están?
EVA CARRIÓN: Hola Doña Bárbara. Salimos a tomar un poco de sol. Está tan lindo el día.
JUANA CARRIÓN: Por qué nos quería ver, Barbarita? Seguro nos tenía alguna copuchita…
BARBARA: Su amiga, La Ernestina…la esposa del agente bancario, Espinoza… es una desvergonzada….
HERMANAS CARRIÓN: No nos diga…
BARBARA: La vieron besuqueándose con el Dr Rodríguez… a la vista de todo el pueblo… figúrese usted.. a la vista de todo el pueblo….
JUANA CARRIÓN: No puede ser, yo pongo las manos al fuego por mi amiga Ernestina, debe haber un error…
EVA CARRION: No te vayas a quemas niña, yo te dije que tenía cara de fresca…
BARBARA: La muy sinvergüenza se tuvo que ver la cara con la esposa del doctor que llegó de Santiago, se encontraron en la botica de don Benigno y según dicen se agarraron del moño!! (Las Carrión asombradas)
EVA CARRION: El manto de la vergüenza cubre San Carlo del Estero!! (se persigna) A esa fresca no la visitamos más Juana.
BARBARA: Ya las dejo miren que tengo a mi marido tan enfermo, no tengo tiempo para andar en chismes… (Sale)
JUANA CARRIÓN: Vamos al club de tejido para poner al tanto a las niñas… (salen por el otro lado del escenario)
ESCENA VIII
RODRÍGUEZ: (Entrando. ) Buenos días, don Benigno. Me alegro de encontrarlo solo.
BENIGNO: ¡Oh! ¡El repulsivo destrozador de hogares!
RODRÍGUEZ: Don Benigno ... seguramente le sorprenderá la petición que le voy a hacer.
BENIGNO: ¡De usted no me sorprende nada!
LULA: (Entrando. ) Papá... Ah, ustedes perdonen. ¡Buenos días, doctor!
RODRÍGUEZ: No disimules, Lula. Estoy decidido a hablar seriamente con tu padre.
BENIGNO: ¡Cómo! ¡Cómo! ¡Cómo!
RODRÍGUEZ: Don Benigno, venía a pedirle a usted la mano de su hija.
BENIGNO: ¡Ah! ¡El bígamo! Cuando todo el pueblo arde de indignación contra usted por haber seducido a la señora
del agente del banco, y por haber abandonado a su mujer con sus once hijos, tiene el cinismo de venir a burlarse de un inofensivo farmacéutico y de su candorosa hija.
LULA: ¡Pero, papá! ¿Te has vuelto loco?
RODRÍGUEZ: Pero, ¿qué está diciendo don Benigno?
BENIGNO: Lo saben hasta las piedras de la calle. Sepa usted que su esposa ha llegado y que los catorce hijos llegarán en el tren de la tarde.
LULA: ¡Raúl! ¡Defiéndete!
RODRÍGUEZ: ¡Pero si no sé de qué esposa ni de qué niños habla! ¡Ni qué lío es ése con la mujer del agente del banco!
BENIGNO: ¡No se haga el leso!
LULA: Pero, papá, ¿estás loco? Raúl no es casado ni tiene hijos, y venía a pedirte mi mano, porque los dos nos queremos.
RODRÍGUEZ: Así es, don Benigno.
BENIGNO: ¡Bueno, bueno, bueno! Vamos a tranquilizamos. Entonces, ¿quién era esa señora que la mujer de Espinoza me presento como esposa suya?
RODRÍGUEZ: No tengo idea. ¡Ah! Seguro es mi hermana Carmen Rosa que ha llegado de Santiago y se haya generado una confusión ...
LULA: ¡Eso debe ser!
BENIGNO: ¡Ah! ¿Entonces era su hermana? ¡Pero qué gente tan chismosa la de este pueblo. Entonces, lo de los amores con la mujer de Espinoza, ¿tampoco era cierto? Entre Santolaya y doña Bárbara me pusieron la cabeza como un bombo. Y entonces, ¿quién era la mujer con la cual estaba usted en la esquina de su casa? (Asombrado apunta a su hija)
LULA: Fui yo, papá, que al volver del correo me encontré con Raúl y me acompañó por media cuadra ...
BENIGNO: ¿Te acompañó media cuadra? Y hay que ver el lío que han armado los peladores del pueblo por este inocente paseo.
ESCENA IX
CARMEN ROSA: ( Entrando. ) Raúl, por fin te encuentro.
RODRÍGUEZ: ¡Carmen Rosa! ¡Hermana! Yo no te esperaba hasta la tarde.
CARMEN ROSA: Pues aquí me tienes. Estoy a tus órdenes. ¿Qué hay de esa petición de mano?
RODRÍGUEZ: Estaba haciéndolo en este momento. Te presentaré: don Benigno Santos y su hija Lula.
CARMEN ROSA: A este caballero tan divertido ya lo conozco. Hace un rato me hizo una escena de lo más graciosa!
BENIGNO: ¡Por culpa de las malas lenguas que todo lo enredan!
CARMEN ROSA : (A Lula.) Señorita: supongo que usted será mi futura cuñada.
LULA: Todo depende de lo que diga papá.
RODRÍGUEZ: Usted tiene la palabra, don Benigno.
BENIGNO: Bien, hijos míos. Yo siempre sostuve que tú eras un perfecto caballero. Si te juzgué mal, no fue mía la culpa. ¡A mí me lo contaron! ¡Haz feliz a este ángel, y que Dios nos libre de las lenguas viperinas que siembran la discordia en los hogares!
ERNESTINA: (Entran Espinoza y Ernestina, que viene llorando.) Repítale a mi marido las monstruosidades que me dijeron hace un rato y que usted anda hablando por ahí.
ESPINOZA: Exijo una explicación inmediatamente.
BENIGNO: Bueno, pero no se enoje... ¡yo no sé nada! Yo, yo lo hice porque ¡A mí me lo contaron! ...
TODOS:¿Quién?
BENIGNO : Este... Yo sólo oí unos comentarios que hizo Santolaya, el dueño de la tienda.
SANTOLAYA: (Entrando. ) ¿Qué tal, Benigno? ¿En qué terminó la cosa?
ESPINOZA: ¡Llega muy a tiempo, el calumniador!
SANTOLAYA: ¿Cómo?
ESPINOZA: Usted es el infame que comenzó con los chismes ...
BENIGNO: ¡Se equivoca, mi querido Espinoza! El pobre Santolaya lo supo igual que yo... por doña Barbarita, que armó todo el lío.
ERNESTINA: Vieja chismosa.
ESPINOZA: ¡Ya me las entenderé con ella
BÁRBARA: ( Entrando.) Se me olvidaron las inyecciones, don Benigno.
TODOS: ¡Aquí está!
BÁRBARA: ¿Pero qué pasa? En el diálogo siguiente, todos se interrumpen mutuamente y hablan a la vez del conflicto en cuestión desde su punto de vista
ESPINOZA: iUsted dijo que...!
SANTOLAYA: iUsted dijo que..!
LULA: ¡Por culpa suya...!
RODRÍGUEZ: ¡Ahora debe explicar...!
ERNESTINA: ¡Bruja infame!
BÁRBARA: ¿Pero qué es lo que pasa?
BENIGNO: ( Llevando aparte a doña Bárbara.) ¿Cómo sigue su marido?
BÁRBARA: ¡Muy mal!...(llorando) Ya está hinchado como piñata. ¡No pasa de esta tarde!
BENIGNO: ¡Ya está! ( todos se callan) Raúl, usted cásese no más con la Lulita, Espinoza, su mujer es una santa…. ¡Doña Barbarita es inocente! El autor de todo este enredo fue don Dalmiro, el marido de ella, que es un viejo muy peladorazo ...
(Todos quedan con cara de asombro, Rodríguez se abraza con Lula y Ernestina con Espinoza en actitud consoladora, Santolaya se mira con Carmen Rosa moviendo la cabeza. Benigno y Bárbara a parte y mirando al público)
BÁRBARA: Pero. ¿Qué dice?
BENIGNO: ¡No se preocupe! ¡Total… se va a morir hoy!
FIN
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